𝗖𝗿𝗶𝘀𝗽𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀

Que igual encontramos eternas cátedras sobre liderazgo, como trillones de dedos señalando comportamientos «tóxicos», pero siempre hacia el exterior… Como si el propio acto de colocar nuestro ombligo en el centro de la ecuación no lo fuera.

Que igual hacemos, de las faltas de ortografía _pero solo en castellano_, una secta, con derechos de pernada adquiridos, venerando al todopoderoso algoritmo. Guiados por el beneplácito de un corrector que tiende a traicionarnos, con su beso, en cuanto te descuidas…

Que igual los «argumentos de autoridad» llevan más kilos de cromosomas «Y», que de los otros… Y más consonantes juntas, sin el alivio de una vocal que emerge carente de obstáculos para renovar el aire que nos mantiene en pie.

Que igual hasta inventamos un idioma nuevo, con el que lucirnos, poniendo sobre la mesa, cada dos términos, ése que avala nuestras certificaciones académicas y la rentabilidad de aquel húmedo verano en Londres, evocando el dulzor amargo de las chocolatinas… ¿Recuerdas…?

Que puede que sea más eficaz _e, incluso, eficiente_, centrarnos en lo que cada uno sabemos hacer, que colocar nuestros méritos en la crítica a lo que hacen, o no hacen, nuestras competencias…

Que lo mismo podéis dejar de buscar la única Verdad universal y necesaria, porque desde ahora os digo que la tengo yo, que estoy en su posesión absoluta.

Que quizá tampoco pase nada nuevo en tu vida, cuando descubras que no estás cien por cien de acuerdo en todo lo que dicen los que se supone que saben lo que dicen, y que hacen manuales para enseñar lo que se presume que saben…

Que puede que todo sea tan relativo, como tu ausencia de mis publicaciones…

¿…Y tú, has sentido, también, esa crispación en el ambiente? ¿O es solo que se me ha teñido toda la ropa de rosa, en la lavadora…? 

¿Nos queda alguna clase maestra, abierta, para quitar los tintes…?